Relato-parodia: La pequeña historia de un videojuego de Pong
Las alíens del planeta Pong llegaron la Tierra en sus imponentes naves en forma de raquetas. Al bajar, eran ciclópeas féminas de piel verde, tres pares de brazos y obsesión por el gym.
—¡Humanos! —proclamaron en sus altavoces gigantes, que se hacían escuchar por todo el planeta— ¡Nuestra especie no engendra varones desde hace diez décadas terrestres, tememos nuestra extinción! ¡Hemos venido a este remoto planeta a llevarnos a vuestros hombres!
Las naves sobrevolaban las principales naciones, implantando el miedo en la población.
—Por supuesto —continuó—, no queremos salvar nuestra especie a costa de condenar la vuestra, así que os proponemos un torneo de pong: las seis mejores luchadoras terrestres se enfrentarán a las seis mejores pongnianas. El ganador podrá quedarse con los varones.
Las mujeres de la Tierra, que hace tiempo habían instaurado un matriarcado socialdemócrata que unificaba todas las naciones y creado máquinas de gestación artificial, no dieron mayor importancia a la invasión del planeta Pong. Es más: las instaban a realizar su cometido y librarlas pronto del género masculino, al cual no habían despachado al espacio ellas mismas por cuestiones morales.
Las guerreras pongnianas se miraron entre sí, atónitas. De entre ellas, una dio un paso al frente y tomó el micrófono que conectaba los altavoces con recelo. La representante del planeta Pong habló a las líderes terrestres:
—En realidad… —comenzó a decir, y se interrumpió para carraspear, quizás por los nervios—, nuestra especie no corre peligro alguno. Habíamos escuchado rumores por toda la galaxia de que en este planeta se les daba muy bien el pong y teníamos muchas ganas de enfrentaros.
—Haber comenzado por ahí —respondieron con júbilo las líderes terrestres, más dispuestas a cooperar.
A ellas también les venía bien un torneo con el cual liberar estrés y sacar a relucir sus últimas adquisiciones en ropa y zapatos. Incluso podrían derribar cierto monumento para despejarle un lugar donde llevarlo a cabo. Aunque impusieron una condición a las guerreras pongnianas: que se llevaran a los hombres sí o sí cuando hubiesen acabado.
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